miércoles, 13 de agosto de 2008

Césped sobre el fuego .





“Sólo un cuerpo y su imagen
y otro cuerpo y su imagen
y una imagen que arde como papel
y un papel que golpea la ventana como la flor de un sueño.
Y ya no tengo frente, ni manos, ni memoria.
Sólo un hondo destino.
David Escobar Galindo: La llama


31
¿De dónde viene esta Trinidad
de agua, árboles y pájaros?
¿Acaso es de esa calle infinita
que se bifurca en ramales?
¡Ah, viejos espectros que chorrean
como el agua de una herida!
Herida que —alucinada y abierta—
Deshila las huellas
Trashumana del peregrinaje.

32

En mi casa,
Regados por la lluvia,
Mis libros crecen.
En ellos, mis poros
Y pupilas se humedecen.

33
Asombrarse es del orfebre
Que ante la lluvia,
Y sus pétalos diluyentes
Hace cántaros de la caligrafía.

34
Y fue la palabra. Y es ella
La que ceñida a un destino
—que no a alguna querella—
hace posible que arda la materia
y siga el misterio, mientras
el hombre, en su claustro, viva.

35
Ondea en el aire mi angustia,
Aun cuando maduran
Tallos y espigas
En la luminosa llama
De las pupilas.
¿Por qué tanta sed
se interna como espina?
¡Ay de este mar
que convierte en amaranto
el sueño de lo efímero!

36
Corro entre hondas entrañas de sombras.
Mientras un gajo de campánulas
—como una aurora lila—
torna lo dolido y austero,
en un sosegado trance ingrávido.
Pero corro, también —como campesino—
Sobre el pecho fértil y ardido
De los sembradíos que hace la esperanza.

37
Vivo el sueño de hoy
Entre viandas de ceniza.
Lo vivo, pensando,
Que la niebla tiene su enigma,
Que mis ojos en su ámbito,
Urgen del pájaro,
Y mis labios, de la miel inmutable
Para llegar a la otra orilla
En un ardiente coloquio.

38
De repente en la vida,
Algo se vuelve inconfesable:
El misterio habla
Con incansable persistencia.
El fuego abunda en diminutas partículas
Como las hormigas en su purísimo barro.
De repente, —mar y fuego— me parecen
Un solo Don desafiante
En la sal del clamor de cada día.
En mi diario cansancio —porque lo hay—
Veo, sin embargo, cestas que arden de luz
Y que columpian el infinito.
Esto me enternece y trasciende.

39
Camino desnudo. Sin poses.
Pero con la sangre
—adentro— de mi madre,
como la bendición que me preserva.

40
Camino, ahora, en la espesura de otras manos.
En la espiral del monte que amanece. Soy guerrero
En la sábana que cubre los cuerpos del deseo.
A veces soy pájaro y viento. Ondeo en tu cuerpo
Y trepo como insecto. Las pupilas de los poros
Son vastas. Hay un sol entre tus piernas donde
La lluvia se expande y las arboledas crecen
Hasta cubrir la totalidad de mis ojos

41
Entre mi esposa y mi madre
Hay una acequia unitiva:
La sangre que se rehace
—visible y palpable—
en el río de los hijos...

42
El silencio se hace a veces con el día
Y viene con la noche. Desde niño aprendí
A deletrear la caligrafía, en medio de un risco
De hojarascas. Y así he seguido —ya de adulto—
Con ese afán de quitarle al viento las palabras
Y trepar al eclipse total
Donde ya nada se aligera...



Creative Commons LicenseTomado de http://www.artepoetica.net/
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