lunes, 20 de agosto de 2007

67 Aniversario De La Caida Del Camarada León Trotsky




















Lev Davídovich Bronstein (Лев Давидович Бронштейн), más conocido como Lev Trotsky (Троцкий) o León Trotsky.


Trotsky fue el constructor del Ejército Rojo, el que tuvo que enfrentar al mayor ataque contrarrevolucionario de los ejércitos imperialistas contra la naciente revolución de Octubre del ’17.El heroe de heroes el patriarca Trotky el grande asi le llamo yo, Trotsky encaraba la fundación de la Cuarta Internacional. Pasaba así de ser la principal figura revolucionaria de oposición a Stalin, a sentar las bases para la construcción de una organización que definía como su principal objetivo la lucha por la destrucción del capitalismo y no por su reforma (y, como parte de ese objetivo, la necesidad de enfrentar al stalinismo).

La Cuarta Internacional se sustentaba en una tesis sostenida por Trotsky casi en solitario: la Teoría de la Revolución Permanente, que definía dos aspectos centrales.

1) La imposibilidad de la construcción del socialismo en un solo país. La caída de la Unión Soviética cincuenta años después, y su desmembramiento, lo demostraron en forma categórica.

2) No hay la más mínima posibilidad de liberación nacional si no hay revolución socialista internacional (partiendo de lo nacional). Porque la burguesía de los países semicoloniales está enfeudada al imperialismo, como es el caso de la burguesía en general de Latinoamérica y el mundo.

Es importante señalar esto, porque en aquellos tiempos, a Trotsky se lo conocía precisamente por esta teoría, que era algo así como “la locura” de oponerse a los “avances del socialismo real”, que era lo que caminaba por el mundo. Pero el “socialismo real” era una inmensa ficción, una ideología creada por una casta parasitaria y, de hecho, avalada por el imperialismo, al que también le convenía por diversas razones.

El “socialismo real” se cayó como un castillo de naipes. Porque efectivamente, el socialismo es una etapa superior al capitalismo. Una etapa en la cual se puede empezar a caminar hacia el reino de la abundancia, y ello sólo es posible a escala internacional. Ningún país puede avanzar aisladamente hacia el socialismo, y mucho menos los países pobres. Y los países ricos, que arrancarían en mejores condiciones, tampoco podrían lograrlo solos.

Desde mi punto de vista, homenajear a Trotsky en el 62º aniversario de su asesinato es, por un lado, reivindicar su teoría.

Al mismo tiempo, hay que decir que la segunda parte de su tesis, la de los países semicoloniales, tiene hoy confirmaciones apabullantes en nuestro continente: la intervención militar norteamericana cada vez más abierta en Sudamérica y la crisis económica que afecta en simultáneo a toda la América latina.

En el 2 de febrero de 1999 dia en que toma poder Hugo Chavez, las tesis de la revolución permanente tienen más vigencia que nunca. Y en particular la que afirma que el único enfrentamiento victorioso ante el monstruo imperialista sólo puede darse con la clase obrera a la cabeza de los trabajadores de la ciudad, del campo y de todos los oprimidos, en una perspectiva antimperialista y anticapitalista –es decir, socialista– y de guerra de clases a escala internacional.



En toda época aparecen plumas que pretenden descubrir las razones de las dificultades de la lucha de clases en general, y del movimiento marxista y trotskista, en tales o cuales citas o textos que explicarían la actual relación de fuerzas y/o la crisis del marxismo y de su continuación más importante desde la muerte de Lenin: Trotsky y sus seguidores.

Al decir de Lenin, el marxismo es, en lo fundamental, una guía para la acción.

El stalinismo –la más terrible contrarrevolución que surgió en nombre del “comunismo”– convirtió al pensamiento de Marx y Lenin en un dogma inerte, en una serie de verdades reveladas, inmutables y eternas.

Los manuales de marxismo-leninismo del PCUS (Partido Comunista de la URSS) y sus sucursales, marcaron ideológicamente a generaciones, incluso a quienes nos oponíamos al stalinismo pero no éramos capaces de escapar a la presión que ejercía el dominio material stalinista sobre una tercera parte del planeta.

La fuerza de la “ideología” stalinista era de un primitivismo salvaje en relación con el marxismo: pero la fuerza material que tenía detrás era descomunal. Ahí está, en gran medida, la base de ciertos errores de Trotsky y, cualitativamente, del trotskismo de posguerra.

Por el camino de “descubrir” las “citas” que expliquen el origen de los diversos errores cometidos por el movimiento trotskista, sólo se puede llegar a la demonización de importantes luchadores revolucionarios que dieron lo mejor de sí y, en la mayoría de los casos, renunciaron a un fuerte ascenso social que su capacidad intelectual les posibilitaba.

Salvo los tránsfugas –que los hubo, los hay, y los habrá–, la explicación de los problemas del movimiento trotskista y de Trotsky después de la derrota de la Oposición de Izquierda del ’26/’27, no hay que buscarla, en lo fundamental, en las ideas o conceptos: hay que buscarla en el aislamiento de la revolución rusa, el carácter exangüe en que quedaron sus fuerzas después de la guerra de agresión imperialista (y el atraso en todos los terrenos heredado del zarismo) combinado con la derrota de la revolución europea de la primera posguerra, y el ascenso de la contrarrevolución fascista.

A la segunda posguerra le siguió el boom económico en los países centrales (y en la URSS y su glaxis) y un equilibrio de fuerzas que sólo intentó modificarse en la periferia, con las limitaciones insalvables de los movimientos nacionalistas burgueses del llamado “tercer mundo”, incluidas sus variantes foquistas y demás expresiones pequeñoburguesas. De todas esas variantes, incluso las de la “guerra popular prolongada”, extrajo sangre nueva Moscú: primero con Tito y Mao (aunque después los excomulgara) y, finalmente, con la revolución cubanay su complejo desarrolo.

Trotsky y el trotskismo contra la corriente



Desde la derrota de la oposición de izquierda, nuestro movimiento no sólo remó continuamente contra la corriente, sino que también sufrió una persecución y un genocidio de proporciones gigantescas, en particular en la URSS.

Trotsky analiza a la Unión Soviética, no sólo siendo su contemporáneo, sino con una impresionante falta de fuentes confiables de datos y estadísticas y sin conexión con la oposición interna (que se corta con el ascenso de Hitler, ya que esa comunicación era establecida desde Berlín por León Sedov).

Si opinamos que el carácter de clase de un Estado no se define por el peso de la propiedad estatal, se puede decir, más de medio siglo después, que hay errores serios en Trotsky. A pesar de que sus textos no pretendían ser los “diez mandamientos”, eran un análisis y un pronóstico con vista a la guerra y contenían importantes advertencias y alternativas para el caso de que el stalinismo sobreviviera a la Segunda Guerra.

Pero la realidad se dio de otra manera, por partida doble. Por un lado, no se repitió el fenómeno de la primera posguerra, porque el imperialismo realizó una brutal sangría previa en Alemania, luego la “purga” atómica en Japón y una masacre preventiva que se sumó al desangre y desgaste de la guerra, para agotar la fuerza del proletariado europeo. Además, el stalinismo no sólo sobrevivió a la guerra sino que también salió fortalecido de ella y ocupando media Europa.

Es sobre estos dos hechos colosales que la mayoría de la Cuarta Internacional elaboró distintas ideologías, expresando lo que Marx llamaba la presión del “peso de los muertos sobre el cerebro de los vivos”. En particular, se manifestó una adaptación a la presión material del aparente triunfo del stalinismo y del imposible “socialismo en un solo país”.

Esta es la base material del grueso de las concepciones erróneas-falsas-trágicas del trotskismo. Por ejemplo, llamar estados obreros “deformados” al cinturón militar de la URSS en el que, lanzada la guerra fría, debió expropiar a la burguesía sin ningún tipo de revolución ni de atisbo de poder obrero. O el entrismo “sui géneris” en los partidos comunistas, que mutarían su carácter por razones objetivas (la presión de la inminente nueva guerra que los empujaría “a la izquierda”).

En todo el mundo, esto fue acompañado por el seguidismo a las llamadas “direcciones naturales” de las masas, de quienes los dirigentes trotskistas se proponían como “consejeros de izquierda” (sea de Tito, Mao, Castro, la guerrilla latinoamericana y la vanguardia europea que siguió al mayo francés).

A nuestro criterio, las conclusiones no pueden basarse en una operación aritmética de suma y resta, ni tampoco en una “crítica de citas”.

Si Trotsky no hubiera fundado la Cuarta Internacional, la esencia de la Revolución Permanente –que es el núcleo central del trotskismo– no hubiera podido tener continuidad. Y los últimos lazos con la herencia de Octubre y el leninismo hubieran sucumbido a la barbarie de la horrenda caricatura de marxismo-leninismo que hizo el stalinismo (mucho más después del asesinato de Trotsky).

Trotsky pudo haberse equivocado en mucho, pero no en lo fundamental. Esa es la clave y no los problemas de su legado teórico, que existen, al igual que en todos los maestros que le precedieron. En todo caso, está en nosotros, en las generaciones de sus seguidores, la responsabilidad de intentar resolverlos correctamente.la generación que nos antecedió, los que no supieron buscar respuestas a los problemas. Por el contrario, nos atrincheramos,en el dogmatismo, en el oportunismo, ya que para cualquiera de ambas desviaciones hay citas de Trotsky, Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo u otros maestros, con las cuales intentar autojustificaciones.

Es muy evidente que, ante los hechos de la cambiante realidad actual, la responsabilidad de los trotskistas vivos es mayor que la de los legados de Trotsky y de la generación de posguerra.

El trotskismo, surgido como antitesis del stalinismo (bajo su fórmula stalinofóbica o stalinofílica), cumplió el decisivo papel de constituir un tenue hilo rojo con el pasado. Pero en lo fundamental es una antitesis que sólo puede superarse negándose a sí misma al desaparecer, en lo fundamental, el stalinismo (no así la conciliación de clases y el reformismo). El trotskismo puede ser un componente decisivo para la síntesis a realizarse en lucha por la superación de vicios heredados del pasado, y de una situación muy compleja de la lucha de clases internacional (que se combinó, en la década pasada, con la ofensiva ideológica del imperialismo sobre el supuesto “fin de la historia”).

Es una tarea ciclópea pero es el único camino a seguir para luchar contra la barbarie capitalista hacia la que, día a día, son empujados los explotados, oprimidos y marginados de un planeta cuya existencia misma está en peligro.

La revolucion debe ser constante Trotsky como otros intenacionalistas desean el bien de los pueblos y a mi forma de ver Simon Bolivar es el primer internacionalista y el socialismo es la meta a alcansar y sea como sea tranca trsa tanca la revolucion surgiray ella triunfara.

León Trotsky. Yanovka, Ucrania, 26 de octubre (según el calendario juliano pre-revolucionario) ó 7 de noviembre (según el calendario gregoriano) de 1879 - Coyoacán, México, 20 de agosto de 1940.

EN MEMORIA DEL GRAN MAESTRO LEON TROTSKY.
!!!!PROLETARIO DEL MUNDO UNIOS!!!!










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