Observador Juvenil/Kaos en la Red.
Recuerdo a mi gran amigo Luis López, el Monseñor del Rock, allá cuando gracias a una aventura que viví con Eduardo López a finales de los 90 lo vi cantar en nuestro bar y restaurante con música en vivo. Era época en que todo el mundo quería revivir la bohemia interrumpida con la guerra y fue así como abrimos la Bohemía.Los años 60 se instalaron en la Bohemía con la aparición de Don Luis y su esposa Tuli Alvarenga. Eduardo conocía bien estas canciones pero para mí todo era novedad, incluso Luis López, fue como encontrar un tesoro y qué tesoro. La voz de Luis, su presencia alegre, pacifista, su entrega en el escenario y carisma fueron una escuela viva para varias generaciones y yo todavía pude lograr un cachito, teniéndolo noche a noche cantando en aquella caja de sonidos y luces que iniciamos sin saber dónde nos metíamos. Aprovecho para agradecer a la poeta Claudia Herodier su solidaridad para pintar decenas de sillas y a compañeros del arte como Aída Párraga, su hermano Carlos Párraga, Lorena Cuerno y Salvador Canjura su apoyo persistente a nuestra iniciativa. A Don Leonardo Heredia por su compañía de unos meses, la alfombra que donó para la tarima y las tarjetas que les compraba a mis cipotes para el álbum de Dragon Ball Z. A nuestros meseros estrellas "La Loli", " Guillermo Avalancha" y Jaimito.
Luis López nos brindó noches inolvidables en aquellas paredes que los clientes podían llenar con un plumón y las ideas de su cabeza sin restricciones. Junto a Luis López estaban sus fantásticos músicos que conocían bien su voz y gestos, a los que correspondían arañando las noches de San Salvador con notas perfectas y artificios. Los hermanos Sermeño, nacidos en la Colonia Centroamérica, "Cacerola" el baterista, de grata recordación y de vez en cuando Chepito Paiz se les unía. Por las tardes, mientras ensayaban o preparaban el sonido, se podía ver pasar a Manuel Elías en busca de alguna pantorrilla hermosa para pintarla en su próximo cuadro o a Ricardo Lindo preguntar por unos tés que sólo yo se cómo se los preparaba, siempre con cariño.
Teníamos un trago especial, en honor al poeta Roque Dalton por el cual llegaban unos ticos y un matemático, catedrático de la UCA. Nuestro bar tender fue de lujo por un tiempo, nuestro amigo Boris Montoya, psicólogo graduado de la UES, a quien le tocó atender a cuanto paciente por aquella puerta entraba y se sentaba en la barra, incluídos todos los que trabajábamos allí. Una vez, ya noche, llegó Juan José Dalton como quien no quería la cosa a decirme que sacara del menú la bebida con el nombre de su padre, pues los abogados eran estrictos y me podían "caer". Lo saqué corrido. Hay gente que no merece el tata que tiene... según él yo me haría rica con el nombre de Roque, más no sabía ni se molestó en averiguar cuánto nos costaba mantener el homenaje al poeta, pues la bebida requería de 4 licores diferentes y todos de alta factura, siendo que quienes lo tomaban eran 3 personas y allá cuando les tocaba día de pago.
Luis, al cerrar la Bohemía, abrió su propio negocio en Los Planes de Renderos "El Rucko Rock", con signos de amor y paz por doquier, acetatos y póster de la época. Para mí ya eran otros tiempos y divorciada me iba con mis cheros a bailar hasta encima de las bancas. Es imposible no moverse cuando este señor canta. Recuerdo que un día de tantos le llevé a la Tuli un su amor de juventud, un escritor del cual no daré nombre porque no es propicio, pero que también movió el esqueleto y los recuerdos en la catedral de Luis López, nuestro Monseñor del Rock. Lastimosamente no pude encontrar nada de Luis en la red y el disco que de sus éxitos tenía quedó rayado y destrozado de tanto andar para arriba y para abajo en mi auto y por la casa.
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