Al escuchar esta lluvia que cae sin piedad bajo es esta tierra austral, hoy se recuerda, se sueña un poco, pero pocas cosas van concluyendo, pequeñas cosas encuentran la solución o el final, poquitas. Hemos encontrado varias soluciones a esta mierda en que vivimos, pero con esta lluvia no dan muchas ganas de salir de casa. Varias de estas fueron plasmadas en escritos, poesías, canciones o manifiestos.
Un domingo para recordar a esos maestros que mil veces nos dijeron las cosas como son, que entregaron soluciones de las cuales algunas fueron los más polentos delirios, de esos que te dejan sin aire, con ganas de salir corriendo y gritar que ahí estaba la madre del cordero, que ahí en los chicos estaba la verdad. Y ahora muchos de esos delirios permanecen en libros medios desarmados y algo empolvados como varias cosas en esta casa.
Hoy con lluvia torrencial pienso en ellos y se que no soy la única, se que mas de alguien hoy hizo una tregua para pensar un poco, para recordar a un maestro que en algún momento reunió diferencias, las tomó de la mano y las hizo volar un rato por ese mundo mejor que tanto, pero tanto hemos anhelado, buscado y rebuscado.
Más de alguien hoy quiere o piensa en la “botella al mar” que fue lanzada para que algún niño la encuentre, yo quiero eso, se que tú igual lo quieres, cambiar este mundo para los chicos que vienen. Se que todos esperamos ser como niños, lanzarnos mar abierto y luego sumergirnos en la búsqueda de esos delirios que hacen tan bien al alma humana y a la salud mental.
Hoy hago un humilde homenaje a esos “muertos que no paran de nacer”, a esos muertos que reviven en el corazón de esta juventud que espera con ansias un cambio en este mundo, que grita, llora y se emocionan cada vez que aparece algún huequito en donde poder meter soluciones, que denuncia sin miedo a la represión o la violencia que nos han impuesto como política de estado. Ahí están nuestros muertos, ahí están presentes
Muertos que reviven, que nos penan, que permanecen intactos en la memoria, muertos que traspasaron todo tipo de barrera que en vida les fue prohibida. Ahora son grandes y eternos y más vivos que nunca.
Un domingo para recordar a esos maestros que mil veces nos dijeron las cosas como son, que entregaron soluciones de las cuales algunas fueron los más polentos delirios, de esos que te dejan sin aire, con ganas de salir corriendo y gritar que ahí estaba la madre del cordero, que ahí en los chicos estaba la verdad. Y ahora muchos de esos delirios permanecen en libros medios desarmados y algo empolvados como varias cosas en esta casa.
Hoy con lluvia torrencial pienso en ellos y se que no soy la única, se que mas de alguien hoy hizo una tregua para pensar un poco, para recordar a un maestro que en algún momento reunió diferencias, las tomó de la mano y las hizo volar un rato por ese mundo mejor que tanto, pero tanto hemos anhelado, buscado y rebuscado.
Más de alguien hoy quiere o piensa en la “botella al mar” que fue lanzada para que algún niño la encuentre, yo quiero eso, se que tú igual lo quieres, cambiar este mundo para los chicos que vienen. Se que todos esperamos ser como niños, lanzarnos mar abierto y luego sumergirnos en la búsqueda de esos delirios que hacen tan bien al alma humana y a la salud mental.
Hoy hago un humilde homenaje a esos “muertos que no paran de nacer”, a esos muertos que reviven en el corazón de esta juventud que espera con ansias un cambio en este mundo, que grita, llora y se emocionan cada vez que aparece algún huequito en donde poder meter soluciones, que denuncia sin miedo a la represión o la violencia que nos han impuesto como política de estado. Ahí están nuestros muertos, ahí están presentes
Muertos que reviven, que nos penan, que permanecen intactos en la memoria, muertos que traspasaron todo tipo de barrera que en vida les fue prohibida. Ahora son grandes y eternos y más vivos que nunca.
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