Por Cristina Patricia Añasco.
A la cabeza se me vienen recuerdos de historias pasadas, conocidas y “resabidas” en las que indudablemente alguien pierde, ya sea un sector, un grupo, una clase. Y es ese sector el que huye, que muere, que se esconde, que lucha en la lejanía, pero que de una u otra forma son silenciados, por más que griten. Hasta que llega el “cambio” el cansancio o la muerte. Pero quedan vivos en la memoria o por lo menos en algunas.
Recordaba el pacto que alguna vez tuve con alguien y el silencio se hizo presente también en aquel pacto, que quizás no fue tan pacto, pero debía hacerse igual y donde la única forma de seguir era silenciando todo, hasta el corazón. Era una especie de “pacto para vivir” como la canción de La Bersuit. No había de otra, ya no quedaban más cartas por jugar.
Todos aquellos que han sido silenciados viven para siempre, en la memoria o en el corazón y es lo que yo espero de este pacto, pues guardando silencio el recuerdo permanecerá vivo y tendrá un espacio en el corazón.
Silencio como lo hicieron otros y otras después de la decepción y la tristeza.
Silencio porque hay que aceptar que se perdió.
Silencio porque del otro lado nadie escucha.
Silencio porque dejamos de creer en nuestras propias palabras.
Silencio porque dejé de creer.
Recordaba el pacto que alguna vez tuve con alguien y el silencio se hizo presente también en aquel pacto, que quizás no fue tan pacto, pero debía hacerse igual y donde la única forma de seguir era silenciando todo, hasta el corazón. Era una especie de “pacto para vivir” como la canción de La Bersuit. No había de otra, ya no quedaban más cartas por jugar.
Todos aquellos que han sido silenciados viven para siempre, en la memoria o en el corazón y es lo que yo espero de este pacto, pues guardando silencio el recuerdo permanecerá vivo y tendrá un espacio en el corazón.
Silencio como lo hicieron otros y otras después de la decepción y la tristeza.
Silencio porque hay que aceptar que se perdió.
Silencio porque del otro lado nadie escucha.
Silencio porque dejamos de creer en nuestras propias palabras.
Silencio porque dejé de creer.
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