Lugar donde enterré mi ombligo, lugar donde crecí, lugar donde me enamoré.
Tierra fresca con olor a tierra fresca. Terruño querido, hogar de mis recuerdos más sentidos.
Nidito de mi amor, de mi familia, pesebre de mis sentimientos y de mi cariño.
Tierra bendecida libre de nieve, tierra circundada por aves exquisitas émulas de ángeles.
Tierra caminada por jaguares y venados, por estúpidos confesos, por gente tan común.
Tierra tan baja en su cercanía al mar y tan alta en su cercanía al cielo.
¡Cuzcatlán!
Collar de dientes, Patria llena de música, de colores, de aromas y de sabores.
Patria pagana y cristiana, Patria pipil y española, Patria morena y blanca.
Patria mestiza, preciosa, Patria independiente y sometida, Patria dialéctica.
Patria que me duele tanto, Patria que la quiero tanto, tan chiquita que es, pero tan grande.
La playa, allí no más está, la montaña y el volcán también. Bajás y subís en un instante.
Ni siquiera el internet y la tecnología te dan tanto.
Tierra de titanes, de sufridos, de desaparecidos, de pobres, de madres perpetuas buscando a sus hijos.
Patria desgarrada por la guerra, por la estupidez y la intolerancia, Patria arrasada por la ignorancia,
Por los falsos profetas, por los políticos de mierda, por los pendejos de siempre.
Pero a pesar de todo, Patria permanente, vigente, presente en el diario vivir, Patria subsistente.
Patria que aprendió a respirar en el fango, Patria sietemesina cuasi abortada pero VIVA.
Patria consagrada al dador de vida, patria que se llama El Salvador.
José Mario Olmedo.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
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